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Long Ting estaba sorprendido por la audacia de Li An'an. Temía que Chu Yichen se enfadara y arruinara el ambiente, así que habló para ayudarla.
—Olvídalo, pon el vino en mi cuenta y pídele disculpas al Presidente Chu. Puedes irte ahora —dijo Long Ting.
—Yichen, ella es nueva. Debió ponerse nerviosa al verte —trató de explicar—. ¡No te lo tomes a mal!
Si Chu Yichen echaba a más camareras, no quedaría nadie para atenderlos. Las cosas se volverían terriblemente aburridas.
Las personas a su alrededor también trataron de aplacarlo.
Chu Yichen miró a Long Ting con sus fríos ojos.
—¡Entrometido! —Su voz estaba llena de furia e intimidación.
Long Ting se acobardó inmediatamente. No quería ofender a Chu Yichen por alguna mujer cualquiera.
—Está bien, me ocuparé de mis asuntos. Haz lo que quieras —aceptó Long Ting—. Si te falta personal, yo mismo puedo conseguir a alguien que la eche por ti.