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El pequeño era diminuto y no muy hábil en las colisiones.
Además, si el pequeño se detenía a mitad de camino, podía reaccionar rápidamente, manteniendo una distancia de seguridad.
Así que, por seguridad, Adrián Zhekova mantenía cierta distancia segura del pequeño.
—¡Ay! ¡Salvadme! ¡Ayuda... Ayudadme! De repente, una voz femenina angustiada resonó.
Adrián Zhekova giró la cabeza y vio a una chica que parecía haber perdido el equilibrio.
Sus brazos estaban estirados, tratando de mantener su balance.
Sus patines de hielo se deslizaban sobre el hielo bajo sus pies.
No podía controlar bien sus pies, ya que se juntaban y se separaban, haciendo preocupar a la gente de que pudiera hacer el spagat si algo salía mal.
—¡Ah! ¡Lo siento, lo siento! La chica parecía entrar en pánico, y su rostro estaba un poco rojo.
Extendió sus manos hacia Adrián Zhekova, pareciendo que iba a lanzarse en sus brazos.
Cindy Clarke podía verlo claramente desde fuera.