—¡No te pases! —dijo Blake Walker fríamente—. Solo quiero pedir prestadas algunas especias. ¿Qué derecho tienes para maldecirme así?
—La última vez en la competencia, Iris Doone fue maldecida hasta la muerte porque no te prestó nada. ¿Ahora que es tu turno, tampoco estás dispuesto a prestármelas? —Blake Walker se burló—. No te rías de la desgracia ajena.
Viéndolo de esta manera, nadie debería maldecir a nadie.
Yellen Brooks sintió alivio de aún no haberle prometido nada.
Por supuesto, tampoco podía prometerle nada.
Yellen Brooks volteó su bolsa boca abajo y vació todo su contenido.
Como resultado, solo había una linterna y una caja de cerillas con unas pocas restantes. Su sal tampoco parecía mucho.
—Esto es todo lo que me queda. Si todavía quieres sal, puedo compartir un poco contigo, pero como puedes ver, no me queda mucho —dijo Yellen Brooks—. En cuanto a las especias que mencionaste, ya las he utilizado todas.
—¿Eso es todo? —Blake Walker no parecía creerlo.