—Cindy, no te preocupes, nunca te dejaré en mi vida —El pequeñín abrazó a Ye Fei.
Lamentablemente, sus brazos eran cortos y sus manos pequeñas.
No había manera de que pudiera abrazarla completamente.
Pero Ye Fei sintió un gran alivio.
Un niño pequeño, le brindaba una seguridad inmensa.
—Te lo he dicho antes, incluso si mi padre biológico me busca, no importa lo genial que sea o cuán buenas sean sus condiciones, no me iré con él. Estaré contigo por el resto de mi vida y nunca te dejaré —prometió Morgan—. Las palabras que dije no cambiarán.
Ye Fei casi lloró.
No esperaba que el pequeño pensara en eso en un momento así.
Ella también recordaba habérselo preguntado antes.
¿Qué haría si su padre viniera y quisiera llevárselo?
Inesperadamente, el pequeñín todavía lo recordaba.
Y lo recordaba muy bien.
En este momento, lo primero que pensó no fue en otra cosa, sino en tranquilizarla.
Él aún se aferraba firmemente a su promesa.