Lysandro se adentró más en el bosque, su espada en mano y los sentidos alerta. A medida que avanzaba, el ambiente se tornaba más denso, los árboles parecían cerrarse sobre él como si intentaran atraparlo. Aunque había decidido no aventurarse demasiado lejos, no podía evitar sentir una sensación de inquietud mientras exploraba los alrededores en busca de las arañas de grado C.
El sol se filtraba a través de las hojas, creando un juego de luces y sombras en el suelo del bosque. Lysandro se movía con cautela, cada ruido lo ponía en alerta máxima. Recordaba la emboscada del lobo oscuro y no quería encontrarse en una situación similar sin estar preparado.
Pasaron horas y aún no había encontrado rastro alguno de las arañas. Comenzaba a preguntarse si tal vez habían migrado a otra parte o si simplemente se encontraban en un área del bosque que él aún no había explorado. Decidió detenerse un momento para descansar y evaluar su situación.
Se sentó en un tronco caído y revisó su equipo. Su espada estaba en buen estado, aunque necesitaría afilarla pronto. El amuleto que le había dado Thomas seguía brillando con una luz tenue, recordándole la promesa de entrenar más duro para mejorar sus habilidades. Respiró profundamente y se concentró en su objetivo: encontrar y enfrentar a las arañas de grado C para fortalecerse.
Decidió cambiar de estrategia y explorar en una dirección diferente. Se levantó y continuó su búsqueda, esta vez prestando más atención a los detalles del entorno. Pasó junto a un arroyo cristalino y observó atentamente las orillas, buscando algún indicio de actividad arácnida.
Fue entonces cuando escuchó un susurro entre los árboles. Se detuvo en seco y agudizó el oído. El susurro se intensificó, acompañado por un ligero crujido de ramas. Lysandro se preparó para el combate, su corazón latía con fuerza en su pecho mientras intentaba localizar la fuente del ruido.
De repente, una figura emergió entre los árboles. Era una mujer vestida con túnicas verdes, con largos cabellos oscuros y ojos penetrantes. Llevaba un arco en la mano y un carcaj de flechas a la espalda. Lysandro la observó con cautela, preguntándose quién podía ser y cuál era su intención.
La mujer se acercó con pasos ligeros y una sonrisa enigmática en los labios. "¿Quién eres tú y qué haces en este bosque?", preguntó Lysandro, manteniendo su espada en guardia.
La mujer se detuvo frente a él y lo estudió con curiosidad. "Soy Aria, guardiana de este bosque", respondió con voz suave. "Y tú, ¿qué buscas aquí?"
Lysandro se relajó un poco al escuchar sus palabras. Tal vez esta mujer podría ayudarlo en su búsqueda de las arañas de grado C. "Soy Lysandro, un guerrero ", dijo con determinación. "Estoy buscando a las arañas de grado C para entrenar y mejorar mis habilidades. ¿Sabes dónde puedo encontrarlas?"
Aria asintió con comprensión. "Las arañas de grado C suelen habitar en los claros del bosque, donde pueden construir sus telarañas sin ser molestadas", explicó. "Te guiaré hasta uno de esos claros, pero ten cuidado, las arañas son criaturas astutas y peligrosas."
Lysandro agradeció a Aria por su ayuda y la siguió mientras se adentraban más en el bosque. La confianza en sus habilidades comenzaba a regresar, sabiendo que no estaba solo en esta búsqueda. Juntos, avanzaron con determinación hacia el claro donde esperaban encontrar a las arañas de grado C.
El camino era tranquilo, solo interrumpido por el canto de los pájaros y el susurro del viento entre los árboles. A medida que se acercaban al claro, Lysandro pudo sentir la tensión en el aire. Estaban cerca de su objetivo.
Finalmente, llegaron al claro y se detuvieron en el borde del mismo. Lysandro observó con atención, buscando cualquier señal de movimiento entre los árboles. Aria señaló hacia el centro del claro, donde una telaraña gigante se extendía entre los troncos.
"Allí es donde encontrarás a las arañas de grado C", dijo Aria en voz baja. "Son criaturas astutas y venenosas, así que ten cuidado."
Lysandro asintió y se preparó para el combate. Sabía que esta sería una prueba de sus habilidades y que no podía permitirse cometer errores. Con determinación en su mirada, avanzó hacia el centro del claro, listo para enfrentarse a las arañas y demostrar su valía como aventurero.