—¡Skree! —Dentro de la habitación, las arpías gritaron mientras Jake las capturaba y les imponía con fuerza su marca del alma en sus mentes. Ninguno de sus ataques funcionó contra él. No importaba cuánto intentaran encantarle con sus ilusiones o voces, Jake no se dejaba disuadir.
Una a una, capturó a las arpías y las hizo sus sirvientas. Después de hacerlo, lo primero que les ordenó fue que no chillaran tanto.
—Y llámenme maestro —dijo Jake.
—¿Maestro?
—¡Maestro!
—¡Maestro, maestro! ¡Nuestra carne!
Parecía que estas arpías eran todavía jóvenes a pesar de sus cuerpos maduros. Otras arpías intentarían torturar a cualquiera que vieran, pero ellas estaban más enfocadas en comer cosas.
Jake sacó otra bolsa que contenía pedazos de carne y se los lanzó a las arpías. Después de que terminaron de comer, las criaturas femeninas lloraban por más a pesar de estar llenas.