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—Anuff… Wauff! Wuu...
La voz de la perra tenía un tono agudo. Enterrando su cabeza en una almohada, mordió su cubierta y siguió emitiendo ruidos sumisos mientras Jake la araba.
La energía la abandonaba y su postura se rompió. Cayó sobre su vientre, temblando de placer mientras el semen goteaba de su vagina. Ni siquiera tenía fuerzas para gemir.
Jake dejó de sujetar la cadena de su collar y lentamente se retiró del cálido canal de la chica.
—Bueno, eso fue rápido —suspiró, sentándose en el borde de la cama. Jake señaló a una chica lobo y ella obedientemente gateó hacia él.
—Chúpala —ordenó, agarrando su cadena.
…
Una hora y media más tarde, salió de la tienda con una mirada de satisfacción. Los esclavos no estaban mal pero tampoco eran nada especial. Todos tenían la misma personalidad rota debido al trato que habían recibido.