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Ajenos al devastador resultado del imprudente error de Melvin, Nial había entrado en la tienda del herrero Arnold, quien lo esperaba con ansias.
Antes de que pudiera anunciar su llegada, una corriente de aire le rozó el rostro mientras escuchaba la voz desesperada del herrero justo frente a él.
—Me alegra que hayas podido venir directamente, Nial. Perdona las molestias, pero eres el único en quien puedo confiar, ¡lo siento! —No estaba seguro de si el herrero estaba confundido en ese momento y por eso malinterpretaba su fuerza, Nial solo le ofreció una sonrisa vacilante.
No podía decir si el herrero le estaba haciendo sentir más poderoso de lo que realmente era, o si estaba insinuando algo más.
Sin embargo, lo que sí pudo entender fue que el herrero Arnorld Birg realmente estaba bajo la impresión de que él sería capaz de rescatar a su hija.