Roy regresó, solo para ver a alguien tan inesperado en su cámara que su mandíbula se desencajó.
Había un visitante inesperado en su habitación.
Era un hombre.
Sus ojos eran como los de un halcón, y su cabello igualaba la melena de un león.
Ojos grises, a diferencia de su padre, y cabello dorado como el de su madre, él era… el hijo mayor del Conde de la Espada Feroz y medio hermano de Roy.
En el segundo en que Roy entró a la habitación, los ojos de Arturo se dirigieron hacia él. Y también los de Amelia.
—Gracias a Dios que has vuelto sano y salvo.
Al verlo, la tensa expresión en su rostro se deshizo, y su boca se curvó en una sonrisa adorable.
—¿Eh?
Arturo observó al miembro más joven de su familia, encontrándolo algo herido.
Su expresión se ensombreció un poco.
—Estás herido. Parece que el asesino te encontró, pero supongo que de alguna manera lo enfrentaste y escapaste.
Había un atisbo de satisfacción en sus ojos.