Poco después de que Roy conquistara la Fuerza de la Muerte, sucedió algo que incluso a él lo sorprendió.
—Muy bien, mi niño —una voz arcaica habló en su mente, una voz que resonaba con conocimientos y sabiduría antiguos—. Aunque se tomó un atajo, has demostrado gran fortaleza y disciplina al dominar la Fuerza de la Muerte. Pero no te dejes llevar. Recuerda, a mayor poder, mayor responsabilidad. Úsalo sabiamente, o arriésgate a caer víctima de su influencia corruptora.
El amuleto de Roy vibraba con cada palabra de la voz que emanaba de él. Alcanzó debajo de su camisa y lo sacó, sosteniéndolo en confusión mientras intentaba dar sentido a lo que estaba ocurriendo.
El amuleto había estado con él desde que era un bebé, pero nunca antes lo había escuchado hablar.
Los ojos de Roy se agrandaron cuando se giró hacia la misteriosa voz. —¿Quién eres tú? —preguntó, su voz teñida de curiosidad y sospecha.