Los Supervisores eran escogidos cuidadosamente, con énfasis en su lealtad hacia el imperio y su habilidad para comandar respeto de aquellos que supervisaban. Se les otorgaba amplia autoridad para tomar decisiones respecto a los individuos bajo su mando y se les hacía responsables de cualquier acción tomada por esas personas.
Se esperaba que aquellos asignados a un Supervisor obedecieran sus órdenes sin cuestionarse, y el no hacerlo podía resultar en severas consecuencias. Sin embargo, los Supervisores también tenían la tarea de velar por el bienestar de sus objetivos, asegurándose de que estuvieran debidamente entrenados y equipados para sus tareas, y proveyéndoles de apoyo y guía según fuera necesario.
Tener un Supervisor era tanto beneficioso como limitante.
Arlo escuchó la conversación. Como concernía el futuro de Roy, tuvo que intervenir: