Roy estaba solo en los desolados alrededores, sin nadie a la vista.
A pesar del vacío, no podía sacudirse la sensación de que alguien lo observaba.
Mientras que otros podrían haber desestimado esta sensación como paranoia, él estaba convencido de que algo acechaba cerca.
No podía precisar de dónde provenía esta sensación, pero su sexto sentido le hormigueaba, advirtiéndole de un peligro inminente. Era suficiente para creer que el incidente que acababa de experimentar no era un producto de su imaginación.
Era real, y esa realización solo aumentaba su miedo.
La idea de que alguien o algo pudiera acercársele de manera tan sigilosa que no detectara su presencia hasta que susurrara en su oído, le enviaba escalofríos por la espina dorsal.
Quienquiera que fuera, tenía que ser increíblemente poderoso para lograr tal hazaña.