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Roy levantó sin esfuerzo el cofre del tesoro de su lugar de descanso, manejándolo con cuidado. Para los maestros de armas, esta tarea podría haber representado un desafío, pero Roy no era un hombre ordinario.
A pesar de su peso y volumen, se sentía tan ligero como una pluma en su mano.
Con el cofre en su poder, deseó que se abriera su subespacio.
¡Vrum!
Un agujero negro se abrió cerca de él, y se acercó a él con pasos ligeros.
De pie ante el subespacio, Roy colocó hábilmente el cofre dentro, asegurándose de que encajara perfectamente en los confines del subespacio.
Con un simple acto de voluntad, cerró el subespacio, sellando los tesoros en su interior.
Ahora que la tarea se había completado, era hora de que Roy y Delilah regresaran al Gran Imperio del Sol.