—Estoy entre la espada y la pared —murmuró para sí.
Cuando lo rodearon, el rostro de Damien palideció.
Se volvió blanco como una hoja de papel.
—Habían conspirado contra mí y lograron atraparme.
—Los odio tanto que quiero que mueran —Damien los miró intensamente. Si las miradas mataran, habrían muerto mil veces—. Pero me falta la fuerza para superarlos.
Habían matado a casi todos los que había llegado a conocer en los últimos años. ¿Cómo no desear verlos muertos?
Sus ojos se movían rápidamente. A su alrededor solo había enemigos que querían verlo muerto.
—Retroceder no es una opción.
—Avanzar tampoco es una opción.
Damien no tenía a dónde huir, y no era lo suficientemente fuerte como para tomar medidas contra ellos.
—Seré sometido en el segundo que tome acción.
—¿Qué puedo hacer para preservar mi vida en esta situación? —se preguntó.
—¿Eh? —De repente, Damien vio algo interesante.
Sorprendentemente, retrocedieron cuando él los miró.