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Una figura volaba por el aire y se movía rápidamente, cubriendo varios kilómetros cada segundo.
Era de noche. La oscuridad acechaba la tierra debajo de ella, y el frío reflejaba cada respiración que tomaba.
La luna estaba justo sobre su cabeza, colgando en un cielo sin nubes. Era clara, como un lago. Pero de repente, innumerables grietas aparecieron en ella e instantáneamente se ensancharon, volviéndose más grandes que un hombre.
Estaban formadas como las diferentes fases de la luna. Algunas eran como una luna creciente, y otras similares a una luna llena.
Detrás de ellas yacían rubíes del tamaño de rocas que desprendían intensa malevolencia en forma de gas.
Reflejado en todas ellas estaba un solo ser, una mujer hermosa para ser exactos.