Cuando el Oráculo del Ejército Divino abrió los ojos, se encontró tumbada en la base de una montaña.
El dolor atenazaba su cuerpo, y varias heridas y moretones podían verse en su piel, que antes era suave y radiante. Su ropa estaba también hecha jirones, y los talismanes salvavidas que llevaba para protegerse habían desaparecido todos.
Si no hubiera utilizado todos esos artefactos, podría haber sufrido heridas mucho peores que las que tenía en ese momento.
Le tomó un momento recordar qué le había sucedido, y cuando lo hizo, se dio cuenta de que habían sido tan estúpidos al subestimar el proyectil desconocido que venía de la isla flotante.
—Mataré a ese Hereje... —dijo el Oráculo del Ejército Divino a través de los dientes apretados antes de inspeccionar su cuerpo, comprobando la gravedad de sus heridas.
Su ropa, que parecía más bien harapos, estaba teñida con su propia sangre. Sin embargo, cuando saboreó la sangre en sus labios, tocó inconscientemente la base de su nariz.