Los otros Malignos —principalmente el Cardenal Weiss, quien había sentido cierta falta de movimiento tras él— miraron a Kieran con sorpresa.
El Cardenal Weiss se acercó, con una expresión sombría, pero se mostró encantado cuando notó un cambio en la mirada siniestra de Kieran. Bajo esa claridad había una locura sutil y siempre presente. Hablaba de una activación de poder casi instantánea.
—Sigues creciendo a un ritmo asombroso. ¿Estás bien? —preguntó.
Kieran se examinó primero a sí mismo, notando los cambios que habían ocurrido.
A pesar de estar impregnado de pensamientos de carnicería y otras locuras que solo los insanos considerarían cometer, la mente de Kieran estaba sorprendentemente clara —la más poderosa que jamás había sido.
Continuó desafiando la progresión natural de un Maligno, manteniendo su autoconciencia, pero eso solo fue posible debido a dos factores.