La marcha de los Malignos a través de la Tierra de Ruina fue ininterrumpida, alimentada por el vigor incansable que la Llama les otorgaba. También estaba el estándar implacable que el Cardenal de la Guerra y la Llama les imponía, esperando cero quejas mientras los guiaba por la tierra arrasada.
Su ritmo no era ni rápido ni lento, manteniendo un paso moderado y aparentemente deliberado. Todos los Malignos podrían moverse mucho más rápido, y Kieran era íntimamente consciente de ese hecho, pero el Cardenal parecía intencional en su enfoque.
¿Por qué?
El hombre no se movía con miedo. Su cabeza estaba erguida, sus hombros estaban relajados, sin ningún signo de nerviosismo o incertidumbre, y su comportamiento se había vuelto taciturno y enfocado.
Entonces, Kieran pensó en los comentarios del Heredero Sagrado.
Muchas actividades tenían lugar cerca y quizás sobre la Sierra del Lamento. Si ese era su destino final, parecían no tener prisa por llegar.