Después de sucumbir al poder de la técnica de Adeia, cortado en pedazos por su implacable hoja, Kieran fue pronto sumergido en un mundo ennegrecido.
Sin embargo, fue extraño porque una inquietante aturdimiento lo superó.
La sensación era similar a despertar con resaca, mezclada con una psicosis peculiar única de la ingestión de ciertos psicodélicos.
En resumen, Kieran sentía como si su cuerpo no fuera suyo, como si estuviera espectando su situación desde lejos.
Pero eso fue todo. No había mucho más que pudiera identificar.
En esta nebulosa negra, si es que se podía llamar así, la sensación de caída también se sentía suspendida, como si estuviera descendiendo y estancado al mismo tiempo.
Atascado en esta paradoja nauseabunda, los segundos se convirtieron en minutos y pronto se sintió como si hubieran transcurrido horas.
Aún así, la persistente y desorientadora letargia continuó dominando a Kieran.