Con sus máscaras de gas puestas y los regeneradores de aire activos, las fuerzas de Infantería avanzaban lentamente a través de los túneles más pequeños del complejo montañoso.
Hechas de piedra caliza y formadas naturalmente durante miles de años de escorrentía, estas cavernas eran un asombroso testimonio de los poderes naturales del agua corriente. O al menos lo eran antes de que llegaran los Klem.
La presencia de los monstruosos insectos estaba en todas partes aquí, y era inconfundible, ya que sus afiladas patas dejaban patrones distintos en la blanda piedra, y tallaban grandes porciones de las paredes del túnel existente para abrirse camino, sin preocuparse o sin entender que el camino despejado solo facilitaba a los humanos seguirles.
—Gira a la derecha, veo marcas de garras subiendo por la pared —ladró el teniente Calda a su escuadrón.