—¿Te atreves a subestimarme, Emperador Dragón? —rugió Simón con ira. Al segundo siguiente, las pupilas de Simón se contrajeron hasta quedar del tamaño de una aguja. Incontables venas rojas aparecieron en sus ojos. Lentamente pero con certeza la sangre comenzó a llenar sus ojos antes de que sangre empezara a rodar por sus mejillas como lágrimas.
Al mismo tiempo, su piel empezó a volverse extremadamente pálida. Era como si alguien estuviera succionando la sangre de su cuerpo. Su vitalidad comenzó a disminuir rápidamente. Su Aura empezó a debilitarse. Había puesto todo su Mana restante en este ataque.
Al igual que antes, Simón estaba creando una lanza de energía, pero esta vez, Aditya podía sentir que esta lanza era extremadamente resistente. Tenía la sensación de que esta lanza podría muy bien terminar con su vida.