La tensión en la habitación era palpable, una mezcla embriagadora de deseo, anticipación y frustración juguetona. El cuerpo de Alicia era como un cable vivo, cada terminación nerviosa hormigueaba, cada toque de Aditya enviaba chispas a través de sus venas. La forma en que él la estaba provocando era casi demasiado para soportar, y sin embargo, ella no quería que parara.
Los ojos de Aditya brillaban con travesura mientras continuaba su lenta y tantalizante exploración de su cuerpo. Sus dedos danzaban sobre su piel, trazando la curva de sus caderas, la suavidad de sus muslos, siempre deteniéndose justo antes de donde ella lo deseaba más.
—Ahhh... Aditya —gemía Alicia, su voz quebrándose por la necesidad—. Por favor, no me provoques así.
Su súplica parecía incitarlo más, y él se inclinó para besarla, sus labios capturando los de ella en un beso que era lento y sensual, pero lleno de una promesa tácita.
—¿Cuál es la palabra mágica? —susurró contra sus labios, su voz baja y ronca.