—Alicia, la diosa etérea de la riqueza, la radiante Princesa del Imperio Etéreo, y la segunda prometida del Emperador Istarin, Aditya, se encontraba reclinada en su cama, llena de una tumultuosa mezcla de emociones. Vestida en delicadas sedas que se adherían a su forma curvilínea, su corazón latía anticipadamente. Su piel hormigueaba, su respiración era corta y entrecortada, y su mente corría. Esta iba a ser su primera vez, y el conocimiento era a la vez emocionante y aterrador.
Hace tres meses, estuvo al borde de perderse en Aditya, el calor embriagador de su deseo compartido casi los consumió a ambos. Estaban entrelazados, explorándose el uno al otro con una urgencia que los había dejado sin aliento, cuando la repentina intrusión de una criada había llevado su pasión a un alto abrupto. El golpe en la puerta los había devuelto a la realidad, y desde ese momento, nunca habían aventurado más allá de la dulce caricia de los besos y el reconfortante calor de los abrazos.