—Hoy, Aditya —comenzó Alicia, su tono impregnado de un trasfondo de determinación juguetona—, tu tiempo es nuestro. Sus labios se curvaron en una sonrisa provocativa, reflejando el brillo en sus ojos—. No se te permitirá vagar, ni enterrarte en tus deberes imperiales o cualquier otra cosa. Hoy, todo se trata de nosotras. Hizo una pausa por un momento, dejando que sus palabras calaran hondo, y luego continuó:
— Nosotras, como tus prometidas, tenemos derecho a compartir tu tiempo por igual. Y considerando las festividades venideras, deberías pasar la mayor parte de tu tiempo libre con nosotras.
Había una gentil firmeza en el tono de Alicia, un encanto adorable en su demanda que Aditya encontraba entrañable. Sus palabras, su expectativa, calentaban su corazón, porque eran un testimonio de su vínculo, una prueba de su cariño, una declaración de su compromiso.