El cuerpo de Aditya empezó a temblar como si estuviera en medio de un terremoto. Este cambio repentino pareció sorprender a Vespera, cuyos ojos se abrieron de par en par al mirarlo. Sus movimientos eran bruscos, ásperos, como los de una vieja pieza de maquinaria que intenta operar después de años de óxido y abandono.
Con cada onza de su fuerza restante, luchó con la Hoja del Destino de Adamantio, sus dedos se enroscaron alrededor del familiar mango. Sus brazos se movían de manera rígida y robótica, como si estuvieran luchando contra restricciones invisibles.
Entonces, con un resonante '¡Bang!', Aditya clavó la hoja en su propio muslo derecho. Un dolor abrasador desgarró su cuerpo como si hubiera sido golpeado por un rayo. Pero con esa ola de dolor vino un alivio bienvenido: podía moverse de nuevo. La fuerza paralizante que lo había aprisionado ahora había desaparecido. La sensación de control regresando a su cuerpo era como probar aire fresco después de estar atrapado bajo el agua.