El estadio que una vez fue vibrante descendió a un inquietante silencio. Era como si alguien hubiera drenado la mismísima vida de él. Los rostros de miles de espectadores mostraban miradas de incredulidad, luchando por aceptar las horribles noticias que acababan de ser entregadas. Estas no eran simplemente personas ordinarias, eran la piedra angular del Imperio, segundos en mando solo después del Emperador. Su muerte repentina en sus propias bastiones de poder fue un golpe al estómago que nadie vio venir, un golpe que envió al estadio completo a un silencio inducido por el choque.