Mientras los susurros del doble compromiso de Aditya se extendían entre los asistentes nobles, la envidia, los celos y la tristeza barrían su entorno como un torbellino. Las conversaciones, cargadas de emociones veladas, resonaban a través de las salas mientras los nobles luchaban con sus deseos no expresados.
La Dama Margaret, su voz teñida con una mezcla de envidia y resignación, confió en una amiga cercana:
—¿Puedes creerlo? Su Majestad ahora tiene dos diosas como sus prometidas. Parece que sus bendiciones no conocen límites —suspiró, su mirada derivando hacia Aditya y sus etéreas compañeras.
Su amiga, Dama Beatrice, asintió en acuerdo, su expresión nublada con un atisbo de tristeza:
—En efecto, es una hazaña notable. Ser elegido por Aditya es un honor sin igual. Sin embargo, llena mi corazón con un toque de celos.
Un grupo de nobles se agruparon juntos, sus rostros traicionando una mezcla de envidia e incredulidad. Uno de ellos, Lord William, expresó sus temores: