—Nunca supe que fueran tan cobardes —una fría voz familiar envió escalofríos por la columna de cada soldado en retirada—. ¿Cómo no iban a reconocer esa voz?
Era nada más y nada menos que Victoria. Al verla, sus rostros se iluminaron de alegría como árboles de Navidad. Originalmente la habían olvidado, mientras algunos pensaban que había muerto a manos del Emperador Istarin. Pero ahora que ella estaba aquí, todos los soldados sentían como si el Cielo los estuviese ayudando. Sus rostros no podían esconder su excitación. Con Victoria aquí, ella sola podría eliminar a las tropas enemigas y permitirles retirarse en paz.
—Puede que hayamos perdido esta batalla. Pero mientras nos retiremos, la victoria será nuestra la próxima vez —esto es lo que casi todos los soldados pensaron. Al ver a Victoria, los soldados ya no tenían tanta prisa por escapar. Todos asumieron que Victoria iba a protegerlos.