Para la hora de la cena, Rhea había comprendido que su hija no tenía absolutamente ningún juego cuando se trataba de seducir a los hombres.
Mientras el trío se sentaba a comer el gran bufet y hablaba de nada en particular, a Rhea le frustraba ver que Mira no se reía de ninguno de los chistes de Max ni pretendía estar interesada en lo que él decía.
Ella conversaba con él como normalmente lo haría con cualquier otra persona y era 100% auténtica.
Aunque esto era una cualidad admirable, como mujer experimentada Rhea sabía que Mira no llegaría a ninguna parte en el ámbito romántico si seguía comportándose de esa manera.
Era de conocimiento común que a los hombres les gustan las mujeres que se ríen de sus chistes y los alaban sin cesar por su valentía, mientras fingen estar hipnotizadas por sus palabras.
La risa coqueta, el sutil toque, el mordisqueo de labios eran todos parte del juego de la seducción, y Mira era absolutamente pésima en ello.
