Después de pasar cerca de un siglo tratando de observar los efectos de la energía del caos, Max obtuvo un entendimiento aceptable del elemento.
Aprender a predecir el caos era como aprender a predecir cuántos fragmentos se rompería una copa de vidrio al estrellarse en un ángulo particular.
Era casi imposible tener en cuenta todos los fragmentos grandes en los que se rompería, pero tener en cuenta cada última partícula con precisión era completamente imposible.
Incluso si uno de alguna manera aprendiera milagrosamente cómo tener en cuenta cada última partícula para un ángulo particular y una fuerza de lanzamiento, hacerlo para una cantidad infinita de variaciones era imposible.
La naturaleza impredecible del elemento del caos lo hacía aún más difícil de estudiar para Max ya que no había nada tangible sobre él que uno pudiera entender.
No había consistencia en el caos, no había patrón, ningún ritmo, ningún secreto por descifrar.