Según los recuerdos de Angakok, el Vacío era el más enigmático de los elementos superiores.
—Vacío —era la ausencia, la nada, donde nada existía pero también donde todo podía nacer. Era paradójico, difícil de comprender y aún más difícil de controlar.
Dentro del Vacío, las leyes normales del tiempo, el espacio y la materia dejaban de existir, convirtiéndolo en la herramienta perfecta para la navegación y la trascendencia más allá de las barreras físicas.
Pero tal poder tenía un costo. El Vacío exigía equilibrio, balance en medio del caos de su nada. Un desequilibrio podría significar quedar atrapado en su vasta extensión, perdido en la dimensión entre dimensiones.