Max estaba un poco sorprendido de que la notificación del sistema esta vez fuera una mezcla de elogios e insultos en lugar del veneno puro y duro que el sistema solía lanzarle.
De pie entre los escombros de lo que solía ser un exuberante bosque pero que ahora era un campo de batalla desolado. La realidad de lo que había logrado aún tenía que asentarse. Él, un mortal, acababa de matar a un dios, si no fuera por la notificación del sistema que estaba mirando, podría haber pensado que era un sueño.
Una carcajada estalló de él, que resonó por todo el campo de batalla. Era una risa de alivio, triunfo y alegría pura.
—¡Lo hice! ¡Realmente lo hice! —Max se rió, en una mezcla de incredulidad y exaltación, sintiendo un sentido de triunfo que nunca antes había sentido. Había luchado contra un dios y no solo había vivido para contarlo, sino que había salido victorioso.