Max despertó en el fondo de un lago.
Como cualquier persona, estaba sobresaltado al ver que estaba rodeado de agua y no de aire, ya que sus reflejos de supervivencia se activaron y de inmediato contuvo la respiración mientras su ritmo cardíaco se aceleraba.
—Cálmate, muchacho, estás en un ambiente seguro —una voz profunda y primitiva que Max reconoció como de Angakok sonó en sus oídos mientras se tranquilizaba un poco y se daba cuenta de que tenía una peculiar alga saliendo de su boca, la cual le ayudaba a respirar en el fondo de este lago.
Max observó los alrededores, no había peces a su alrededor sino solo plantas amarillas luminosas que pulsaban suavemente haces de luz a intervalos regulares.
—¿Dónde estoy? —se preguntó Max mientras sentía que estaba en un lugar extremadamente místico.
El lugar donde estaba sentado era inusualmente tranquilo, al punto de ser inquietante.
No había la más mínima ola en este lago, ni siquiera un ligero ondulación, ya que todo parecía armónico.