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Max y Angakok volvieron a estar juntos en los confines de su burbuja espacial. El dúo había dejado atrás los pozos ardientes y emprendieron un nuevo viaje a un planeta desconocido.
Max había esperado que completar su entrenamiento antes de tiempo le valiera algún elogio de parte de Angakok. Sin embargo, como era de esperar, el Dios Chamán permaneció impasible, sin ofrecer ni una sola palabra de aprecio a Max.
Esta vez, Max no se molestó en preguntar a Angakok sobre su destino o el propósito de su visita. Había llegado a entender que sus opiniones y pensamientos personales no tenían consecuencia alguna para Angakok.