Ningún individuo cambió ni un ápice al ver su figura desnuda, mostrando un profesionalismo perfecto.
—Los asistentes te ayudarán a ocupar y atarte en la cámara de apoteosis —le dijo el Doctor Menun, señalando hacia la máquina. Parecía una cama diseñada para englobar perfectamente un cuerpo humano entero de pies a cabeza. Encima había una tapa que parecía que definitivamente lo asfixiaría cuando la cámara se cerrara. Era la máquina dentro de la cual él se sometería.
Se dirigió hacia la cámara de apoteosis, deslizándose sobre ella al entrar en la cámara. Los asistentes y enfermeros lo ataron firmemente, restringiendo severamente sus movimientos. Poco después, se alejaron, y la tapa elevada de la cámara bajó, cerrando la cámara completamente.
Inmediatamente después, dos pequeños tubos se extendieron desde arriba. Se conectaron a su nariz y boca, sellando la conexión. Al instante, un suministro de aire fresco provenía de los tubos, permitiéndole respirar tranquilamente.