—Ay querido —suspiró suavemente Damián—. Papá realmente lo siente, ven, ¿por qué no me das un abrazo de reconciliación?
—¡Deja de tratarme como a una niña, tengo quince años! —se quejó, poniendo una mueca.
Una suave sonrisa surgió en su rostro, mientras se levantaba, acercándose a su hija.
—Felicitaciones por ganar el Concurso Marcial —sonrió afectuosamente mientras acariciaba su cabello castaño, dándole palmaditas suavemente—. Estoy orgulloso de ti.
Fiona no respondió a esas palabras.
—¿No satisfecha? —preguntó él con una sonrisa entendida.
—...Tal vez —respondió ella.
—¿Qué sientes?
—Quiero saber... —dijo ella.
Él esperó mientras continuaba acariciando su cabeza.
—...Quiero saber qué los impulsa a él y a los de su tipo por sus Caminos Marciales.
Ella cerró los ojos mientras recordaba la intensa determinación que brillaba en sus ojos inyectados de sangre incluso al perder la conciencia.