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La mayoría de las peleas terminaban de manera anti-climática. En la mayoría de los casos, no había un aumento de poder de último minuto, un giro dramático de último minuto, una victoria de último minuto. Por lo general, las peleas terminaban exactamente como uno esperaría. No había choque llamativo, decisiones de alto riesgo de ambas partes ni altas apuestas. El ganador simplemente ganaba, y el perdedor simplemente perdía.
Esta era la cruda e inromántica realidad del conflicto marcial, del mundo marcial.
Sin embargo, de vez en cuando, esta verdad se rompía.
Peleas donde un combatiente que claramente estaba perdiendo, terminaba ganando. A pesar de todas las probabilidades, a pesar de todo el daño que había sufrido, ocasionalmente lograba ganar. Eran momentos raros y maravillosos, donde el luchador que iba perdiendo conseguía desafiar todas las probabilidades y negar su destino.
Desafortunadamente para la bestia, esta no era una de esas veces.
