Al día siguiente,
En el centro de Nueva York, el caos y el terror reinaban mientras una misión de Nivel de Catástrofe se desplegaba con dramática urgencia.
Las calles, normalmente llenas de la vibrante vida de la ciudad, eran ahora escenas de desesperación y actividad frenética mientras la gente aún continuaba evadiendo.
Como si la amenaza de la Segadora Atronadora no fuera suficiente, los demonios tuvieron que jugar una cruel broma al poner una misión tan maligna en su mundo.
En el epicentro de este escenario aterrador se encontraba una sombría y ominosa bomba, su cáscara de piedra negra e intricadamente tallada con inquietantes runas demoníacas que brillaban intermitentemente con una luz roja ardiente.
La bomba, aproximadamente esférica y del tamaño de un coche pequeño, se asentaba pesadamente en la acera, sus ásperos bordes proyectando sombras siniestras.