A medida que Asher avanzaba en la habitación, sus cejas se alzaron al ver el estado de Naida.
Yacía en la cama, cubierta con una gruesa sábana, su rostro alarmantemente pálido y enfermizo. A pesar del aire fresco en la habitación, parecía estar sudando profusamente.
—Demonios... no te ves bien —comentó Asher, su voz teñida de preocupación al cerrar la puerta detrás de él.
Naida gestionó una sonrisa débil en respuesta, —Definitivamente he lucido mejor —bromeó, su espíritu aún evidente a pesar de su estado debilitado.
Asher, ligeramente sorprendido por su capacidad de seguir luciendo radiante, se acercó para examinarla, —El veneno sigue dentro de tu cuerpo. ¿Por qué no le dijiste a ninguno de nosotros? —preguntó, su tono una mezcla de preocupación y decepción.