Un silencio cayó sobre la multitud, la quietud un pesado manto mientras presenciaban un giro repentino y sorprendente de los acontecimientos que los dejaba sin aliento.
Luego, como si se hubiera roto un hechizo, los vítores estallaron entre los ciudadanos de Bloodburn, sus gritos una tormenta de júbilo.
—¡Él... Él lo hizo! ¡Salve al Consorte Inmortal! —las palabras eran un cántico, un mantra de asombro y respeto.
Entre la multitud, susurros de incredulidad y reverencia se mezclaban en una canción de asombro.
¿Un Purgador de Almas derrotando a un Destructor de Almas? Esto definitivamente sería registrado en los anales de la historia.
Las cabezas de los Umbralfiendos se inclinaron hacia abajo, sus hombros cayeron en un colectivo desánimo.
Ver a su general indomable superado por alguien tan joven y considerado más débil era una vista que jamás imaginaron; era un trago amargo para tragar.