Unos minutos antes del final de La Questa de los Dignos,
En medio de una extensa plaza vibrante de anticipación, el imponente escenario se erigía como un faro, adornado con el orgulloso emblema de la Asociación Mundial de Cazadores. A lo lejos, se podía ver el vasto mar de rostros, cada uno esperando ansiosamente la aparición del hombre más poderoso del mundo.
Docenas de furgonetas de medios estaban estacionadas en las inmediaciones, y helicópteros volaban arriba para obtener un buen ángulo de lo que sucedía abajo.
Acercándose al podio, el hombre que aparentaba cuarenta años emanaba una presencia magnética.
Su cabello azul, un tono único que se había convertido en sinónimo de su identidad, capturó la luz del sol y brilló, haciéndolo fácilmente distinguible incluso desde lejos.
Su mandíbula cincelada, complementada por un bigote perfectamente arreglado, le daba un aire de regalidad y autoridad.