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Victor se encontró relegado a un purgatorio ardiente y aterrador, atrapado en un reino que desafiaba la lógica y la misericordia por igual.
Un páramo desolado de rocas puntiagudas y lava verde oscura fundida se esparcía en todas direcciones, el aire saturado con el acre hedor a muerte.
—¡¡ARGHHHHH!! ¡CEDRIC!
Pero él no tenía el lujo de mirar a su alrededor ya que el calor era insufrible, presionándolo por todos lados, quemando su piel, derritiendo su carne, pero negándole la liberación de la muerte.
Sus gritos guturales resonaban a través de la desolación, un sonido estremecedor de agonía pura y no diluida.
A medida que la lava convergía sobre él, comenzó a envolverlo, a construir un capullo de roca fundida a su alrededor que encarcelaba su forma chamuscada, y aún así sus gritos -persistenes y espectrales- se filtraban a través de la prisión infernal hasta que quedaron silenciados para siempre.