Las secuelas del campo de batalla eran una mezcla de destrucción y calma estremecedora.
El aroma de la tierra húmeda combinado con el olor metálico de la sangre, creaban una atmósfera embriagadora.
Amelia, Raquel, Emiko y Yui se encontraron en una posición vulnerable, arrodilladas, incapacitadas e indefensas, ante las tres figuras demoníacas: Isola, Ceti y Merina. Cada una de ellas mantenía su penetrante mirada sobre este grupo de Cazadores derrotados.
A un lado, la vista de Callisa jugando alegremente con los cadáveres de los Draconianos caídos, como una niña con muñecas, añadía un toque grotesco a la escena.
Jael, en marcado contraste, era la imagen de la relajación mientras se recostaba contra un árbol, sus labios curvados en una sonrisa satisfecha, aparentemente imperturbable por la carnicería que le rodeaba mientras disfrutaba del aroma de la rosa en su mano.
Ahora era tan buen momento como cualquier otro para curarse.