Envuelto en confusión, Asher se encontró en medio de un reino etéreo que yacía más allá de la comprensión mortal.
Extensas líneas de nubes fluctuantes se extendían hasta el infinito, sus colores un mosaico en constante cambio de tonos pasteles danzando contra el telón de fondo de este lugar místico.
Sus pies estaban sobre una superficie aparentemente invisible, centelleando con luz estelar y resonando un zumbido sobrenatural que resonaba a través de su ser.
Una extraña melodía de repente perturbó la tranquila serenidad de este lugar.
La melodía nadaba a través del aire, una canción de cuna llena de dolor que llenaba el lugar con ecos de ciertas emociones.
La melodía fantasmal envolvía a Asher, resonando en su mismo núcleo, provocando una tormenta de emociones que ni podía comprender ni controlar.
Una profunda tristeza lo invadió, una pena inexplicable que no era suya pero se sentía innegablemente familiar.