La mente de Asher era un torbellino de pensamientos, preguntas y dudas. No podía contarle la verdad sobre Oberón, los horrores que había sufrido, cómo su padre era un cómplice silencioso.
No, había tejido demasiados elogios, demasiadas historias sobre su padre, esto rompería su cuidadosa fachada. Así que definitivamente no podía hacerle pensar que todo lo que sabía y cualquier cosa que dijera sobre su padre era una mentira.
Entonces, tomó una respiración profunda y rompió el silencio. —Rowena, yo... lo hice por ti.
Sus ojos se abrieron ligeramente, un destello de sorpresa iluminando su mirada carmesí. —¿Por mí? —repitió ella, confusión impregnando sus palabras.