—El suave resplandor de la luna de sangre iluminaba las arenosas costas de Naiadón, proyectando largas sombras que rodeaban la animada figura de Callisa —comentó Asher mientras observaba—. El bebé Kraken se sumergía en su juego, lanzando llamas verde oscuro desde sus pinzas y observando fascinada cómo lamían el aire frío mientras Asher e Isola miraban.
—Asher le había dicho a Rowena que ella podía ocuparse de los asuntos en el norte mientras él se quedaría aquí por un tiempo para jugar con Callisa —continuó narrando—. Él sentía que jugar con Callisa debería profundizar su conexión y no permitir que Isola tomara la delantera. También le resultaba divertido verla hacer tonterías por su cuenta. Se preguntaba si sentiría lo mismo si tuviera que criar a su propio hijo. Por alguna razón, la imagen de Rowena cruzó su mente, ya que sabía que uno de sus deberes implicaba darle un heredero.