A medida que el sol comenzaba su descenso hacia el horizonte, Rowena, Moraxor y Asher seguían sentados en profunda discusión.
El salón resonaba con los susurros de la diplomacia y las negociaciones, la delicada danza de palabras fluyendo entre ellos.
A pesar de ser un rey destronado, Moraxor se mantenía con autoridad regia, cada una de sus peticiones tejida con diplomacia hábil, cada una buscando el bienestar de su pueblo asegurándose de que no pareciera que estaba extendiendo demasiado la mano.
Rowena, por otro lado, era resuelta con sus términos. Sus palabras y estipulaciones reflejaban los consejos bien considerados de su consejo, cada uno buscando fortalecer la posición de su reino de la manera más beneficiosa.
Asher permanecía mayormente como un observador silencioso en este intrincado intercambio, ya que no tenía el conocimiento o la experiencia para asesorar a Rowena en asuntos que pudieran afectar al reino entero.