—¡Están entrando al suelo como si fueran peces nadando en el agua!
Se levantaron gritos, y muchos comenzaron a salir heridos. Los monstruos no eran grandes, no del tipo normal que cualquiera encontraría en el mundo. Eran pequeños, muy pequeños, de hecho, no superaban el tamaño del puño cerrado de una persona. ¡Y aún así eran bastante ágiles, rápidos, impredecibles y letales!
El momento en que estos monstruos aparecieron y su situación ya desesperada se volvió mucho peor. Se sentía como si todo alrededor quisiera que fracasaran, que murieran. Pero en medio de todo esto, el destino decidió jugar una última apuesta para salvar sus vidas.
—¡Sigan luchando! ¡William está aquí! —la voz de Sloth resonó por todo el túnel como si una granada acabara de explotar allí. Todo el grupo de maestros, estando vivos, heridos, exhaustos, o aquellos que sucumbieron a la desesperación, miraron en silencio hacia Sloth, congelándose como si fueran estatuas hechas de carne humana.
