William sabía que los compradores no estaban locos al deshacerse de tanta riqueza sin obtener toneladas de ganancias a cambio.
Al llegar a ese lugar, decidió hacer todo lo posible por encontrar esos pergaminos. Tenía curiosidad por saber qué tipo de secretos contenían y no planeaba compartir su hallazgo con Angélica, y quedarse con todo lo que encontrara para sí mismo.
El lugar en el que terminó era una sala aislada, que se extendía cientos de metros con una sola entrada hacia ella. Era un túnel, que giraba a la derecha e izquierda, arriba y abajo, lleno de trampas inútiles.
Cuando llegó, encontró piedras en las paredes que emitían una luz tenue por todo el lugar. No le importó nada de esto y se centró en el techo y las paredes.
—Largo tiempo pasó, y todavía hay grietas sin curar por todo el lugar —William examinaba todo usando su sentido espiritual. Y esa era la razón por la que no necesitaba luz en primer lugar.