—Por este camino, estimado Cardenal —uno de ellos, su líder, se movió rápido y señaló hacia un portal—. Tal como William lo había adivinado, había un portal que llevaba a la capital. Y eso significaba que no perdería ni un solo segundo yendo y viniendo hacia la ciudad de Lara.
Y sin embargo, mientras seguía a aquel maestro y su equipo, William no sentía ningún alivio como esperaba. En cambio, la preocupación dentro de su espíritu seguía agitándose cuanto más se acercaba al portal.
—¿Qué está pasando exactamente? —A William no le gustaba esa sensación, y nunca dudaba de sus sentidos alarmantes. Esta sensación era como un molesto silbato de policía bullicioso, una sirena que seguía sonando en su mente, como si se dirigiera hacia un gran desastre.
Y de hecho, estaba caminando hacia uno en este momento.
En el momento en que William salió del portal, se encontró dentro de otra base del Culto. Esta no parecía muy diferente, tallada dentro de una montaña, pero tenía solo un portal.